viernes, 15 de mayo de 2009


Colaborador y Amigo del Blog
…Y mañana será un nuevo Domingo de Ramos
“ Lo que sorprende, sorprende una vez, pero lo que es admirable es más cuanto más se admira”
Despedimos el mes de las flores a María Santísima agotando las primaveras por los pétalos de rosas del cabecero de nuestra cama, por donde anuda la melancolía con el reflejo presente del Espíritu de Dios, que nos había dejado esa Pastora de esa marisma brisa, que nos enamora tras su dulce sonrisa.
La magia había quitado el manto de la ilusión a una ciudad enamorada de sus rincones, trasladando la calma y la normalidad a las finas mañanas de ese verano, que nos presentaba al olvido de las lluvias, sin el azahar de la primavera añorada, que comenzaba ese miércoles de palma quemada, que nos mandaba al llamador del Misterio de la Paz, donde seríamos novios de esas fechas que nos envuelve el alma.
No veríamos más esa orfebrería brillando por esa madera de tu Confitería de siempre, por donde nos reencontramos en cada atardecida con los flecos de tus blondas mordidas, por donde cae y muere la tarde, ni escucharíamos esa sinfonía tan melódica por los rincones de antaño, pero si saludaríamos a la espera, que llegaría en un otoño que nos regalaría un disfraz de primavera escondida, por donde se dibuja el jazmín de tu vieja dama por esa Madre de Dios que nos despide al tiempo que cuenta nuestra larga espera, por las bolas del rosario de nuestra vida anudando primaveras.
Y la espera llegó por nuestros desvelos al tiempo que nuestros sueños dieron la bienvenida al invierno, donde los niños son protagonista de su espera, que nos despertó de la nostalgia regalándonos tras la noche de la ilusión, la primera Función Principal de Instituto, la del Señor de Sevilla, ese Dios de nuestras vidas, que cada día del año se pasa repartiendo voluntades entre San Lorenzo y Jesús del Gran Poder, con el luto por testigo y el esparto por devoción.
Los días empezaron a crecer despidiendo los fríos que doblegaron las humedades, al ritmo que la ciudad hacía un guiño a la ilusión, vistiendo de fiesta sus rincones al mismo tiempo, que esa niña se cubría por el manto de la adolescencia, vestida con la luz de la candelaria de su paso, cuando rompe la mañana delante de una antesala, por donde las tardes ya no eran oscuras, sino decoradas por los sentidos de nuestra melancolía, que cada vez nos recordaba más aquellas calles de la Ciudad de atardeceres incomparables , que renace como los naranjos, sabiendo con toda certeza , que el tiempo de lo auténtico había llegado , por los sueños de las siete noches de primavera.
Como niños, habíamos perdido las tardes visitando Iglesias, descubriendo los aromas de las Cofradías como si fuera la primera vez, por donde va y viene la memoria cruzando la estela de la ilusión, en esa antigua plaza del pan , donde el olor de los Santos, nos recuerda nuestra infancia, de esa bendita venia, donde un niño a pesar de que el calendario de la vida pudiera presumir otra cosa, es héroe durante unas horas de penitencia, pasando la frontera de la juventud, donde se despide del mundo de la inocencia.
La mañana había coloreado azucenas y jazmines en el cielo, desde los destellos dorados donde las campanas de la Giralda, estrenan el brillo del bronce de su pequeño romance, quebrando los albores de capirotes de terciopelo antiguo aún no se porqué arco o esquina de una ciudad que nos iba a dejar un caudal de instantes inolvidables no haciendo desgastar el tiempo por un repique de campanas de un giraldillo que nos regalaría la gracia de ser cofrades en Sevilla en una Plaza que marca el ritmo de la vida de nuestra Cofradía.
La Ciudad nos había regalado la magia del gozo en una tarde trasoñada que nos transforma las ocupadas calles de ciudadanos andantes mezclando el raso y el terciopelo por un rostro de mocita hermosa que nos lleva por nuestra memoria y nos deja acompañarla por la luz blanquecina que había anestesiado la espera por el mundo de los silencios en una calle Francos que nos anuncia la llegada de Tú tan larga espera transportándonos a una calle Cuna convertida en el Amor de Dios por el sacrificio de la humanidad.
Desde la rendija silenciosa de ese cuarto oscuro que descuenta primaveras, saborearíamos con el brillo de la luminaria, una ciudad que entregaría al Maestro en siete días de testimonios, donde cerraríamos una puerta y abriríamos otra para anunciar los sentimientos, por donde habla el corazón.
El Imperio del Sol volvió a colgarse de nuestro cuello para desempolvar la medalla por donde la Ciudad sale a la calle el día de Palmas y Olivo estrenando la Semana Más mágica del año, llamando a las puertas de la Gloria , donde el Sol ganaría la batalla a las nubes desplegando sus poderes en el Reino de la Memoria.
Atracaríamos el barco de nuestra memoria por las dos orillas del Río Betis, que separa la melancolía, en una ciudad que estaría ya vestida de finas granas para en un abrir y cerrar de ojos, despertar la esencias del polen de la flor del naranjo, por el baúl de nuestros recuerdos.
Alberto Diago Santos
Cofrade y Pasionista

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